Había una vez un virus que al mundo destruyó… Fue en Wuhan donde esta historia comenzó, dicen que alguien se comió un murciélago y que en pocos días se enfermó, pero también dicen, que alguien ¡inexplicablemente lo creó!, y que un médico dio aviso, pero que nadie lo escuchó. El doctor alertó al gobierno sobre el peligro de la propagación, de un nuevo virus que andaba contagiando sin compasión. Uno a uno, fueron cayendo pues el virus los contaminó; ancianos, jóvenes y niños, morían sin compasión y el doctor que delató al enemigo en pocos meses también murió.
El virus rápidamente cruzó fronteras y se propagó de nación en nación. Así fue como, poco a poco, la gente en Europa enfermó. Algunos sobrevivieron, pero otros murieron con cierta conmiseración. Italia, España y Francia lucharon con precaución, Alemania con sus mejores armas, resguardó a su nación. Inglaterra se defendió tarde y hasta el primer ministro se contagió y la reina le habló al pueblo, con cierta resignación. El virus continuó avanzando y al continente americano llegó. "Es una gripita" decían algunos y la comparaban con el "flu" de estación. Hasta que el presidente de Estados Unidos, junto a su primera dama enfermó y la Casa Blanca, en poco tiempo, de coronavirus se inundó. Canadá por su parte, su única frontera cerró y a los americanos inevitablemente, la entrada les prohibió. A Latinoamerica llegó tarde, pero de nada les sirvió, pues a pesar de los esfuerzos por evitar la propagación, el virus los atacó y a muchos también mató. Un ambiente desolador e incierto en las calles se respiró, pues los enfermos y muertos superaron los miles, y mucho más del millón. La gente encerrada en sus casas, para evitar la transmisión, veía como la economía caía, inevitablemente y sin control. Los negocios fueron cerrados y el ingreso se limitó. Como consecuencia en los hogares, la violencia se disparó; mujeres y niños fueron víctimas de un enemigo sin control, que vive junto con ellos y los maltrata sin compasión, haciendo que muchas madres vivan, inmersas en el terror.
La segunda ola llegó, pero el maltrato no terminó y la violencia intrafamiliar, con muchos hogares se ensañó. El coronavirus se volvió cómplice, de los que maltratan sin razón. A puerta cerrada y en silencio, las víctimas lloran su dolor, bajo la complacencia de algunos gobiernos que no toman ningún control. Encerrados en un hogar de tristeza y de inmensa desolación, niños y mujeres viven inmersos en un mundo de temor, marcado por golpes y abusos de machistas sin corazón, que golpean y abusan cada día sin ninguna justificación. Coronabuso te acuso y divulgo esta información, las alarmas están prendidas y la estadística lo demostró. La violencia y el abuso durante la pandemia, inevitablemente se incrementó y miles de casos terminaron en tragedia, pues la protección nunca llegó. La mayoría de las víctimas quedaron en manos, del cobarde abusador.
FIN
De interés
Las Naciones Unidas definen la violencia contra la mujer como «todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico, inclusive las
amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada». Las estimaciones mundiales publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que alrededor de una de cada tres (35%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida. De acuerdo con la Organización, en la mayoría de estos casos dicha violencia es producida por la pareja. En todo el mundo, casi un tercio (30%) de las mujeres que han tenido una relación refieren haber sufrido alguna forma de violencia física y/o sexual por parte de su compañero. Un 38% de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja. Según la OMS y ONU mujeres, 736 millones de mujeres han sufrido ese flagelo y una de cada cuatro jóvenes de entre 15 y 24 años que ha tenido alguna
relación íntima lo ha padecido al llegar a los 25. Lo más alarmante es que el fenómeno no ha retrocedido en los últimos diez años y durante los confinamientos ordenados por la pandemia del Coronavirus, las cifras han ido en aumento.